2/02/2009

PENELOPE CRUZ, Goya ¿a la obligación o a la devoción?

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PENELOPE, Goya a ¿la obligación o a la devoción?

Antes de llegar a juzgar si el Goya a la mejor actriz de reparto es acertado no, habría que analizar o matizar una serie de hechos que nos lleven a deducir la respuesta correcta.
Tenemos un ¿buena? actriz de belleza desorbitada, pero hierática, unos ojos que desde siempre han denotado una ambición desmesurada por el triunfo y una carrera exitosa a nivel profesional pero de desigual calidad. Cuando digo hierática, me refiero a sus gestos, su altivez, su ¿divismo? que hace un poco difícil que la sintamos como una actriz de la familia como puede ocurrir con otras compañeras suyas de una generación coetánea, (y por nombrar a alguna pues, Paz Vega –también en camino de una exitosa carrera internacional profesional- Maribel Verdú, Blanca Portillo, Aitana Sánchez…) y que a su vez nos transmita emociones directas de pleno sentimiento.
Producto de una cuidada y milimetrada campaña de marketing a la hora de escoger trabajos profesionales y bien arropada con galanes masculinos y a ser posible con nombre de peso y poder en Hollywood. Que le otorguen un premio por una película sobre la cual se ha escrito ríos de tinta, con morbo sobre noviazgo incluido; una película en la que ha sido doblada al castellano -¿no habría que darle medio Goya a la actriz que la doblo al castellano?-; una película que te resulta pesada en la butaca del cine; pero sobre todo por una película donde nuestra Pe –cuando nos interesa es nuestra Pe, nuestra internacional Pe,- regresa al país que la vio nacer y donde seria de muy mala educación, y a la vez se sentirían culpables, si los miembros de la Academia Cinematográfica, y compañeros de ella no le otorgasen un premio.
Desde mi punto de visto ha sido más un Goya a la obligación de tener contenta Penélope Cruz que a ser justos con la otorgacion del Premio.
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