11/23/2009

Chicago. 1.- Toma de Contacto


I.- TOMA DE CONTACTO

El panel informativo del avión de Iberia me dice que la distancia entre Madrid y Chicago es de 6738 Kms. Voy mentalizado, provisto de abundante lectura, mi mp3 lleno de música y la batería completamente llena. Es obvio voy en clase turista por lo que me olvido de comodidad alguna. Tras haber sobrevivido a nueve horas y veinte minutos de vuelo llega la dichosa y temida Inmigración. Un guardia con aspecto de mexicano nos va indicando que debemos situarnos en filas de a uno perfectamente alineadas y supervigiladas, vaya a ser que te cueles de turno y hagas saltar la alarma general provocando un conflicto de Estado. Conforme la línea avanza, donde mi amigo Salvador y yo estamos esperando como buenos ciudadanos y futuros visitantes, puedo comprobar la cara de pocos amigos que tiene el guardia que está detrás de la ventanilla y quien tiene el poder de decir si eres apto o no para entrar en el país. Cuando me toca mi turno me indica de forma automática: que coloque mis cuatro dedos de la mano derecha en un escáner, después el dedo pulgar, cambio de mano, los mismos gestos en la mano izquierda, una foto con la Cam y Estados Unidos ya tiene una parte de mi persona en su archivo. Con gestos mecánicos te grapa el papelito verde que hemos rellenado en el avión y te coloca sello en el Pasaporte. Ni si quiera te dice “Welcome To USA.”, solamente dice: “The next please”. Igual es un robot o replicante disfrazado pienso, pero bueno miro lo positivo: soy un ciudadano apto para visitar el país y diviso mi maleta a lo lejos, lo cual ya es mucho.

Camino al hotel, en el taxi, se vislumbra a lo lejos la silueta de Chicago que parece una ciudad construida con fichas de Lego, conforme el coche va adentrándose en la ciudad la silueta va dando paso a edificios, cada cual más grande y diferente que su vecino. Ya en el “Loops” o centro neurálgico de la ciudad, que es donde esta nuestro hotel, el coche circula entre sombras porque los gigantescos edificios no permiten que el sol manche el asfalto.

Una vez dejadas las maletas en el hotel, duchados nos vamos a la conquista de Chicago. Bueno en realidad lo tendré que hacer yo sólo, mi colega Sarvi –si, si, Sarvi- tiene que currar. Tengo diez días para conocer Chicago.

Aparte de la arquitectura que es lo que más llama la atención a primera vista a cualquier ciudadano que visite “la ciudad del viento” (yo pensé que la ciudad del viento era Tarifa, pero en fin siempre se aprende algo nuevo) a mí me ha resultado muy llamativo el civismo de las personas. Hay que tener en cuenta que tanto Canadá como Estados Unidos son países cuya sociedad está formada por inmigrantes y por lo tanto el nivel de contrastes culturales es mayor. (La foto de la izquierda es una estatua homenaje a ellos) Acostumbrados a una España –por lo menos en la parte del Sur- donde todo se pide o hace a gritos: pedir el café en el bar a gritos, hablar por el móvil pregonando lo que te acabas de comprar,… allí todo es susurro o murmullos. De la gente que pude ver hablando por el teléfono móvil a ninguno le escuche una voz elevada. Encontré y me hice asiduo de una librería con cafetería llamada “Borders” donde puedes coger un libro o revista y llevártelo a leer mientras tomas un café. Es impensable ver en nuestro país algo así: una cafetería, donde todo el mundo este en silencio, con su ordenador portátil o escribiendo y leyendo y cuando en la mesa había dos o más personas el cuchicheo es mínimo. Si mal no recuerdo la FNAC en Madrid lo intentó pero evidentemente España no está preparada para cosas así.



¿A que parecen fichas del lego? La Torre Sears (foto derecha) la engullía la niebla.



To be continued
Miguel

11/16/2009

DESTINO




"Cada uno tenemos nuestro destino y lo único que cabe es
seguirlo y aceptarlo, no importa donde nos lleve".

Henry Miller


11/11/2009

LUZ : NOSTALGICA Y PASIONAL


Nunca he sido un seguidor acérrimo de Luz Casal, si acaso de las canciones que sonaban en la radio; en cambio, sí puedo decir que soy un amante del bolero. Cuando escuché la primera canción de promoción de su último trabajo, me dije: “esto hay que escucharlo, que aquí hay algo bueno”.
A veces el artista busca la canción para su hacer su versión, pero en otras ocasiones ocurre lo contrario: es la canción la que busca al artista, como así ha sido en este caso. El bolero lleva llamando a Luz Casal desde hace veinte años -¡Dios, cómo pasa el tiempo!-. ¿Quién no se acuerda de Miguel Bose vestido de rojo intenso e interpretando el play Back de “Piensa en mí” bajo la voz de Luz en la película Tacones Lejanos? En aquel momento, fue una incursión en un terreno musical donde nunca se había movido, pero, desde entonces, el bolero ha ido tras ella. Y ha tenido que pasar mucho tiempo –con todo lo que ello conlleva- para encontrarnos con esta joya musical: La Pasión, de Luz Casal.
Son once las canciones de los años cuarenta, cincuenta y sesenta que Luz ha interpretado como ella ha querido y el cuerpo se lo ha pedido, que han sido grabadas a la vieja usanza con todos los instrumentos y voz a la vez (además, claramente perceptible cuando escuchas dos tres veces el disco). Una vocalización perfecta (¿cuántos cantantes hay a los que no se les entienden lo que cantan?) y, lo que es evidente, un amor entre ella y el bolero. Una simbiosis perfecta entre ambos. El título viene que ni pintado, pues es un trabajo hecho con pasión y cariño.
El disco es un viaje al pasado: consigue ponerte algo nostálgico y trasladarte al ayer, al tiempo dorado del bolero. Es fácil imaginar un café-teatro de los de antes, lleno de humo, un escenario pequeño donde la orquesta tiene que ubicarse a trompicones y, en primera línea, un micrófono de pie donde el artista dejará pasiones y desengaños al compás de una música suave.
Los ingredientes fundamentales del bolero son dos: amor y desengaño. Y ambos se llevan a los extremos. Cuando se habla de amor, es una amor exagerado, entregado e incluso a veces cansado; y cuando se habla de desengaño, se lleva al extremo trágico, al grado supino del sufrimiento. Todo se puede apreciar aquí: prefiero la ilusión perdida a que me vuelvas a engañar; es la historia de un amor como no hay otra igual; no sé exactamente qué pasó, que todo de repente ya cambio; me envolverán las sombras cuando tú te hayas ido… Estos son trozos de letras de canciones que ya tarareamos la segunda vez que escuchamos el disco, y todos nos pondremos en la piel del que la vive.
Solamente quiero decirles que, por favor, hagasen con el disco, se pongan una copa de su vino (no alejen mucho la botella), algo para picar, una luz tenue, buena compañía a ser posible, acomódense en el sofá o en su sitio preferido, aprieten el botón del play en el equipo de música y prepárense para disfrutar de un viaje a la música del ayer, a la nostálgica de la mano de Luz Casal y su Pasión.




Miguel.