11/10/2011

ESCRIBEME




“Todo ha concluido, todo ha concluido”. Iban rechinando esas palabras en su mente. Tenía que escribir un artículo muy especial para el periódico. Su último artículo. Y no es porque le hubiesen despedido o prescindido de su columna. Había sido por decisión propia, ya no escribiría más.
Días atrás descubrió que había perdido la ilusión por escribir, era incapaz de crear historias para sus relatos, ni sus dedos eran capaces de teclear palabra alguna coherente. Ya no pensaba en el artículo diario, en el relato semanal. Del periódico le llamaron preguntándole qué le pasaba. Les dijo que estaba enfermo, que tirasen de archivo, del fondo de artículos guardados para la ocasión.
A la comodidad uno se acostumbra pronto. Comenzó a acostarse y a despertarse tarde. Dejó de pensar en el agobio de tener que entregar la columna diaria; de tener que estar pensando constantemente qué escribir; los personajes de la novela que nunca conseguía encontrar el ritmo para continuarla parecieron descansar.
Apenas bastaron quince días para olvidar que había sido escritor.
Descubrió las comunidades virtuales de juegos y les dedicaba horas y horas cada día
Una madrugada al acostarse con la ilusión de haber ganado tres casas y un hotel en la Calle Serrano, del juego Monopoly, el sueño no le llegó. Pensó que era a causa de la emoción. Ya sólo le faltaban muy pocas calles para ser el dueño completo de Madrid. Para intentar conciliar el sueño volvió al ordenador. Allí estaba, delante de él, en blanco, y escrito en letras Times New Roman y tamaño 48, “ESCRÍBEME” y sin haber pensado en nada comenzó a pulsar las teclas. Le había salido un relato de un folio, y había seguido la misma trampa que utilizaba cuando no sabía qué escribir, comenzar el relato por la primera palabra que viese escrita y allí estaba “ESCRÍBEME”. Escríbeme, por favor, te lo suplico, no puedo vivir sin noticias tuyas...
No le dio importancia a ese relato, ni a la siguiente noche cuando el ordenador a la misma hora que el día anterior se encendió y en el folio había escritas las palabras “sigue escribiendo”.
Cuando “La reina Palmira”, protagonista de su novela, le despertó de los sueños preguntándole qué pasaba con ella, que estaba a punto de perder su poder. Comenzó a preocuparse, pero un poco aturdido por la situación. Se excusó ante ella por semejante olvido y volvió al ordenador. Tecleó hasta bien adentrado el día.
Sólo cuando puso la palabra FIN a su novela consiguió salir del estado hipnótico en que había entrado se preguntó ¿qué había pasado? El había decidido dejarlo todo, estaba cansado de la presión de escribir cada día, de las teclas, de tener que inventar una historia para cada semana. Tan imbécil era que había sucumbido por la losa de su profesión.
Se acordó del Monopoly. Había perdido todo, sus casas, sus hoteles, estaba en bancarrota y le tocaba estar tres turnos sin tirar. Él, que había pensado que todo estaba acabado vio en ese juego la forma de encauzar su vida. A base de estar horas postrado delante de la pantalla fue recuperando territorio, su economía virtual emergía. Iba ganando posición. A punto de adquirir una casa en la calle Velázquez, un documento en blanco de Word se abrió ocupando toda la pantalla. En él dos palabras estaban escritas “HAZME TUYO” y comenzó a hacer lo que le proponía el papel. Se bajó los pantalones, los calzoncillos, comenzó a masturbarse y cuando llegaba al final, mientras salpicaba a la pantalla, grito, “TODA PARA TI, PERO DEJAME EN PAZ”.



© Miguel Urda

4 comentarios:

Loli Pérez dijo...

Un relato con una trama que hace pensar en la inteligencia artificial, y hasta qué punto pueden llegar las adicciones, con un toque de ironía.

Abrazos
L;)

Elysa dijo...

Además de la ilusión por escribir, ¿no ha perdido la cabeza? Digo, no sé...

Me quedo un poco confundida...

Besitos

Pedro Sánchez Negreira dijo...

¡Buen relato, Miguel!

Ácido, punzante, irónico y crítico.

Las vidas sumergidas en el mundo virtual parecen aumentar en progresión geométrica.

Mis parabienes por tu trabajo.

Javier Ximens dijo...

El escritor profesional, como en muchas otras profesiones creativas, debe sentir en ocasiones ese mismo sentimiento que expresas muy bien en el primer párrafo. Qué bien lo dices, quizás no se puede dejar de escribir, tus personajes te persiguen. El final masturbador como símbolo del placer. Conclusión: tu buen relato muestra la incapacidad de dejar de ser lo que somos. Me ha gustado, Miguel, no lo dejes.