6/01/2012

Demasiado tarde






- Buenas noches. Perdón por el retraso.
La mujer mira la voz que acaba de hablar. No dice nada.
La luz pobre de una farola los acompaña.
- Soy yo. Perdón por el retraso.
La mujer sigue sin decir nada.
- Lo siento, -vuelve a insistir la voz de la gabardina, bajo el foco de una luz mortecina-. Mucho trabajo.
- De verdad eres tú -dice la mujer con voz incrédula.
- Sí, soy yo.
- Me encuentras por casualidad. Llegas tarde, demasiado tarde. Ya no te esperaba.
- Una vez más le pido disculpas. No ha sido mi intención. Quería venir hace mucho tiempo pero...
- Pero que... Me cansé de esperar -replica la mujer.
- Hizo bien es esperar algo más de tiempo. Siempre cumplo mi palabra.
- Una palabra que llega cuando no la necesito.
- Se equivoca, Señora, siempre me necesitan, siempre. Si le cuento los sitios tan inverosímiles desde donde me llaman se quedaría asombrada.
- Ahora para que la quiero ya. Sabe que estoy en la recta final de mis días. ¿Para que quiero ser feliz ahora?
- Porque yo llego en el momento que yo consideró necesario y oportuno. Siempre hay tiempo de ser feliz.



© Miguel Urda






Imagen cedida por Oscar Cañero.
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